La crucifixión
Puede parecer muy bien admirar a Jesús e incluso aplaudir su vida perfecta, reconocer su identidad única como embajador e hijo de Dios. Pero ¿que hay de su sufrimiento, crucifixión y muerte? ¿En qué ayudaron esas cosas, eran realmente necesarias? ¿Qué lograron realmente la crucifixión y muerte de Jesús, y qué diferencia hace si hubiera o no resucitado de la muerte? Estas preguntas son fundamentales, y nos tomaremos nuestro tiempo para considerarlas en los próximos capítulos.
Puede ser de mucha ayuda pensar en la muerte de Jesús como ambos, un drama humano y divino, un evento que sin lugar a duda tomó lugar como un hecho histórico, pero uno que es mucho más que meramente “algo que sucedió hace mucho tiempo”, una peculiaridad en la historia. La crucifixión fue, en el mayor de los sentidos una declaración – una declaración y demostración de proporciones épicas y de cambio mundial – una declaración comunicando un profundo mensaje acerca de todos los personajes involucrados: sobre la naturaleza humana, sobre Dios, sobre la naturaleza del amor y sacrificio verdadero, y sobre el gran plan de Dios para el mundo.
Lo que los hombres hicieron
Primero considera los jugadores humanos: aquellos que presentaron a Jesús para matarlo (los Judíos) y aquellos que lo crucificaron (los Romanos). ¿por qué fue, en términos humanos, que la gente quería que enfrentara un destino tal – quién le habría hecho esto? ¿Qué fue lo que ofendió y enojó a la gente para llevarlos a este extremo?
Irónicamente fue la misma gente de Jesús, los Judíos quienes lo llevaron ante el gobernador Romano Poncio Pilatos para pedirle que lo crucificara. Su propia gente – incluyendo algunos de esos que alguna vez lo adoraron como su héroe – para finalmente rechazarlo y aullar por su sangre. Al hacer esto, rechazaron al mismo que fue enviado para ser su Salvador, el Mesías prometido hace mucho tiempo. Incitados por sus líderes celosos y su deseo por proteger su propia base de poder, aclamaron por su tortura y muerte.
Hay algo profundamente perturbador sobre esto – que Dios tuviera que mandar a su propio hijo para ser el salvador de Su gente y que ellos rechazaran e incluso mataran al El envió, de es amanera tan deplorable. Dice algo verdaderamente aterrador sobe la propensión al mal que yace en los corazones de los seres humanos. Sin embargo, esta demostración abominable de los humanos en su peor faceta está al mismo tiempo en consonancia con lo que vimos en los capítulos del 12 al 14 (especialmente en el 13). El líder Judío se sintió inseguro, celoso y amenazado y permitieron que estos sentimientos crecieran a tal extremo que no se detendrían ante nada para removerlo. Al hacer esto, demostraron el lado obscuro del comportamiento humano en su peor momento.
Pero Jesús también fue llevado a la muerte por los Romanos que llevaron a cabo los deseos de los Judíos; la Biblia echa la culpa a sus puertas también. Poncio Pilato mismo estaba motivado por el miedo y por el deseo de proteger su propia posición de poder, aunque sabía que Jesús era inocente. Por su parte, los soldados Romanos que lo flagelaron, azotaron y crucificaron estaban haciendo nada más que el trabajo del día – pero que trabajo cruel indescriptible era mientras suspendían su sentimiento de compañerismo y compasión por la vida de otro, quizás tomando una satisfacción perversa en el poder que empuñaban mientras lo humillaban. Esto también nos dice mucho sobre nuestra naturaleza – la insensibilidad grosera y cruel de la que somos capaces, el espíritu de pandilleros y la manera en que podemos incluso sentir placer por el sufrimiento de otro.
Esto quiere decir que el mundo entero – Judíos y no Judíos por igual – está efectivamente implicado en estos terribles eventos. Si los lideres Judíos representan el poder religioso, entonces lo líderes Romanos representan el poder político, mientras que las multitudes representan a la gente ordinaria. Todos estaban involucrados en la muerte de Jesús y la naturaleza humana como un todo está implicada y condenada.
Pecado expuesto
Piénsalo de esta manera. La crueldad de la traición, flagelar y crucificar a este hombre inocente es en si mismo una perfecta demostración de lo que es el pecado, y de cómo pueden ser los seres humanos. Esta es la crueldad de la que son capaces los seres humanos. Y aquí, mientras Jesús cuelga en la cruz, la maldad del pecado y el comportamiento humano se escribe a lo grande.
Muchos escritores y pensadores a lo largo de los siglos han reconocido este punto – que la muerte de Jesús efectivamente lo implicaba a ellos y a toda la humanidad. Como un ejemplo, aquí hay algunas de las palabras de un hombre del blues B.B. King y U2 en su canción “Cuando el amor llegue a la ciudad”:
“Estuve allí cuando crucificaron a mi Señor
Yo sostenía la vaina cuando el soldado sacó su espada
Yo lancé los dados cuando le hirieron en el costado
Pero eh visto el amor conquistar la gran línea divisoria.”
O de nuevo de un himno popular:
“He aquí el hombre sobre una cruz,
Mi pecado sobre sus hombros
Avergonzado, escucho mi voz burlona
Llama entre los burladores
Fue mi pecado lo que lo mantuvo allí
Hasta que se cumplió
Su aliento moribundo me ha dado vida
Se que está terminado”
La muerte de Jesús expone el pecado y expone la naturaleza humana; la muestra por lo que es en toda su fealdad, y muestra que ante algo muy feo, algo muy inspirador- se necesita hacer al respecto. La naturaleza humana está condenada y su necesidad de redención es demostrada por los mismos eventos que vemos desenlazarse en la muerte de Jesús – pero la solución también es revelada al mismo tiempo. A la cara de la crueldad humana el amor de Jesús trasciende cuando Jesús es elevado a lo alto de la cruz, literal y simbólicamente por encima de aquellos que lo mataron. El amor de Dios no está vencido; de hecho, conquista porque todos saben, en su corazón, que es la mejor manera, más fuerte y poderosa que esas armas bajas de la crueldad que los humanos impusieron sobre el. su poder como la forma correcta de vivir, la forma en que dará vida queda sellada definitivamente por Dios cuando, en breve, resucite a Su hijo de la muerte. Por unos pocos días la pecaminosidad humana parecía haber triunfado mientras Jesús yacía en la tumba. Pero mientras estaba venciendo a la muerte, el amor de Dios y el amor de Jesús dio a luz a una nueva y trascendente vida en la mañana de resurrección. El odio trae muerte, pero el amor saca vida incluso de las noches más obscuras.
Acercándonos a la cruz
¿Y que hay de nosotros? Cuando cada uno, en el ojo de la mente se acerca a la cruz de Cristo hay mucho en que reflejarse. Vemos el lado obscuro de nuestra propia naturaleza en las acciones de aquellos que lo mataron y nos vemos implicados por la crueldad, el egoísmo y los celos que alguna vez hemos mostrado. Vemos nuestra necesidad de ser salvados – que necesitamos salvación incluso de nosotros mismos, de nuestra propia humanidad – y vemos la necesidad de un nuevo comienzo, un mejor camino. Cuando vemos a Jesús vemos justo lo que ese camino debe ser. Yace en dar, en vez de recibir, en pensar en otros en vez de en nosotros y estar preparados para sacrificarnos por ellos. Consisten en confiar en Dios y resistir nuestras inclinaciones a pelear, ya sea a través de la propia preservación o culpa.
Encontramos aquí, en el Señor Jesús a alguien que puede tomar nuestras cargas y nuestra culpa y llevárselas, llevándolas a la muerte en su cruz. Cada uno esta cargando en sus hombros las cargas del pecado y su inevitable consecuencia en la muerte – cargando ese peso de culpa y pecado y el peaje que conlleva en nuestras vidas, física y emocionalmente. Jesús toma nuestra carga en el, soportando nuestros pecados en nuestro nombre, y los lleva a la muerte en la cruz.